"No les impidan a los niños que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos."
Si pensamos en el martes santo solo se nos viene una palabra a la cabeza, MADRES. Es un día que siempre está marcado en nuestro calendario desde el comienzo de este grupo. Es un día que preparamos con mucho esmero y cariño, cada palabra y cada detalle cuentan. Comienzan a llegar a nuestra casa, las sonrisas se dibujan en nuestras caras, se nota ese nerviosismo para que todo salga bien. Se producen los abrazos y besos de reencuentros, vuelven esas conversaciones que año tras año se vuelven a repetir. Hermanas, madres e hijas vuelven a reencontrarse un año más.
"Suena la campanita. Llega el momento de pasar al salón para dar comienzo a nuestro tradicional almuerzo de Martes Santo. Un salón que en este día se engalana con sus mejores vestiduras para recibir a unas inigualables invitadas, ellas, nuestras madres. Un vez acomodadas y tras la bienvenida de nuestra hermana presindenta los primeros brindis llegan. Y el primero sin duda va por aquellas que nos dieron la vida y que nos acompañan en este camino manantero, esperando que disfruten de este Martes Santo. Pronto, el ronco tambor se deja caer. En ese día no solo las hermanas nos regalan sus cuarteleras, sino que son algunas de las madres las que junto a sus hijas nos deleitan con sus voces. El almuerzo transcurre entre brindis y cánticos como el Himno de los Ausentes por todas aquellas hermanas e invitadas que no pueden acompañarnos en este día y el tradicional Batido y Recuerdo cantando al unísono por todas las presentes. Momentos de fraternidad, donde podemos estrechar aún más nuestros lazos y hacer partícipes de nuestra manera de vivir la Manta a nuestras madres."
Abrazos, miradas, manos entrelazadas con las tuyas para ser cómplices, apoyo y puro amor se suceden entre madre e hija desde que nacen, cada binomio hija-madre elige su código interno con el que expresan todo el amor que sienten la una por la otra y que sólo ellas saben, lo que sí sucede es que este sentimiento es percibido por las personas que te rodean en un momento determinado como puede ser nuestro Martes Santo. Es el día en que nuestra casa-cuartel se llena del amor más puro e incondicional, dónde madres e hijas, hijas y madres se funden para ser una y vivir un bonito sentimiento.
Se dicen que los mejores tratos se cierran con comida y bebida, por eso nosotras finalizamos nuestra comida del Martes Santo con una buena tarta de confitería Miragenil y unos buenos cafés. Es un ritual que se sucede año tras año y con el que recordamos los años que vamos pasando juntas y cómo vamos creciendo. Cuando rememoramos el momento viendo las fotos de ese precioso día, podemos ver cómo pasan los años por nosotras y por nuestras madres, cómo nuestras hermanas traen vida a nuestro cuartel con sus hijos/as y cómo nuestras madres siempre nos acompañan. Es un día dedicado a celebrar el amor y la vida de nuestro cuartel con las que nos inculcaron este sentimiento y nos trajeron a este mundo, ellas, nuestras madres.